[Letra de "Acto III: El diario"]
[Escena primera: Begoña Zamacona]
Desaparecer
Correr en la nada;
Ignorar si en huida o en persecución
Si para salvarse o por destrucción
¿Es cobarde o audaz un alma exiliada?
En la libreta que fue rescatada
(Un diario de viaje sin dirección)
Se describe su peregrinación
Que esconde en sí una belleza sagrada
Así fue: partió, lo abandonó todo
Con mano vacía y corazón ciego
Sin sentido, sin pasado ni apodo
Para purgar de sí el último apego
Porque no existe ningún otro modo:
El alma sólo se lava con fuego
[I. El camino: Rafael Lechowski]
(El paisaje está desierto. Quarciso, con una bolsa y un báculo, camina desorientado)
Qué equipaje tan pesado ¿No podría dejarlo aquí apoyado?
¡Por favor, sólo un instante! Volveré aquí a buscarlo
Si pudiera andar sin él, no viviría tan cansado
Qué equipaje tan pesado, qué equipaje tan pesado
Es raro, cuando más henchido está, el camino es más liviano
Cuando lo arrastro vacío es como llevar el mundo atado
¡Cómo fatiga el cuerpo entero algo que cabe en una mano!
Qué equipaje tan pesado: con el corazón a todos lados
[II. Luz: Rafael Lechowski]
Mi luz nacerá en la noche
Cuando nadie pueda ver nada y nada se escuche
En la claridad sólo tenemos ojos para lo que nos ciega
Y su Verdad reina oculta en la densidad del bosque
Al alborear camufla sus verdades
Bajo la risa de un niño o en el cantar de las aves
En la renunciación aparece nítido su mensaje
En el placer se torna esotérico su lenguaje
Si la persigo, ella me persigue a mí
Si me escondo de ella es como si ella se escondiera en mí
Pero de la sombra no escapa
En el silencio se oye el crepitar de sus pasos y sus encendidos ojos la delatan
Cuando caiga la silente penumbra y salga confiada
Como una enorme luna en mitad de la madrugada
Estaré allí, esperando su súbita epifanía en el espacio
Como el estruendoso tambor de un trueno violáceo
Para así ser iluminado por su suprema certidumbre
Revelación última ante la que el Ser sucumbe
Y al fin, madre, que diste lumbre a este hombre lúgubre
Lograré ser sombra que alumbre
[III. Salvarme en ti: Rafael Lechowski]
¡Qué carnaval de bálsamos y misceláneos salmos
Entonan los pájaros bajo el diáfano celeste de mayo!
¡Qué bello llover de los rayos, orvallo de luz contra el cristal del arroyo
Agua que arrulla al silencio con suave murmullo!
Con alas de pétalo se iza la brisa -sonrisa del aire-
Que lame con su lengua lisa la áspera piel de mi carne
Podría quedarme así toda la tarde: tumbado en la tierra
Contemplando el mundo que gira inocente y culpable
Si callo y me concentro encuentro que todo lo que está fuera está adentro
¡Qué elástico el pecho, me duele el universo!
Y la conciencia, virtud que pareció distinguirnos de las demás especies
Nos hizo inferiores finalmente
La conciencia nos vuelve inconscientes
Arrancándonos del origen y como un intruso divorcia al cuerpo de la mente
Por eso acudo a ti
Dame mi pitanza de luz, la aceptación de la muerte, la comprensión de existir
Madre de todas las madres, arranca de raíz mi rencor
Quédate incluso mi más innato don
A condición de que me llenes de humildad
Para mirar el mundo con pureza desde la atalaya de mi corazón
[IV. El nido: Rafael Lechowski]
Esta mañana al salir en busca de bayas, grosellas y un poco de leña
Me percaté de una hazaña
Mi asombro fue que en aquel árbol seguía ese nido
Sí, el mismo, indiferente, frondoso y tupido
Habían pasado otoños e inviernos, lluvias y cierzos
-Cientos de vientos- que se llevaban las hojas consigo
Pero, un año tras otro, como a un monasterio en el aire
Nuevos pájaros acudían a él en busca de abrigo
Hoy, violentos vientos cruzan como una estampida de almas
Sacudiendo el árbol, calvo y famélico, que danza y se dobla
Pero en el centro, engastado en sus ramas
Como un enorme corazón de mimbre, se aferra la hermosa obra
¿Qué genial arquitecto erigió tan perfecta escultura
Que por más que el tiempo intenta desdibujarla perdura y perdura?
Ese mismo tiempo barrió también mi tristeza
Serenó mi pasón y desgajó el rencor, pero no su carga
Pues una bandada de negros recuerdos vuelve para desenterrar del olvido
Los huesos roídos de la memoria hasta resucitarla:
Y no es otra que la horrible imagen del dolor que un día causaste, amor mío
Y que ha hecho para siempre su nido en mi alma
[V. El sueño: Rafael Lechowski]
Me arropa el sol que se derrama sobre mi cama
De verde brizna; siento como me arrulla la brisa
Tras los abedules canta una merla
Y el cielo observa la tierra con despejados ojos azules
Hoy tuve un sueño raro: el sol espiaba de soslayo con rayo de mayo
Ella y yo hacíamos el amor en adagio
Y al instante apareció junto a él con un hijo mío en brazos
¡Ah, soñar! ¡Soñar es señal de espíritu turbado!
He de seguir caminando
He de seguir caminando
He de seguir caminando
[VI. Abandono de la casa bajo el árbol: Rafael Lechowski]
Te burlas de Dios, glauco milagro
Saliendo de la tumba y resucitando en lo alto
Tú, que sorbes luz y exhalas silencio
Aunque tu interior sea un auditorio de múltiples cantos
Tú, que posees la quietud y humildad que yo no alcanzo
Cuando pisas tu propia alma y haces de ella un remanso
Ojalá pudieras seguirme en mi tramo
Pero tienes inútiles los pies por ser tan generosas tus manos
Aquí se bifurca otro amor y prosigue un naufragio
Tú has nacido para esperar y yo he de seguir caminando
Dejo todo atrás, no sé si sirve de algo
Dejo todo atrás otra vez, el camino es muy largo
Me bastan esta bolsa y este báculo
Quiero un viajar ligero, toda posesión al final se vuelve obstáculo
¿O, acaso, podrá la mariposa que un día seré
Cargar a lomos de sus frágiles alas mis inútiles bártulos?
No hay huella que sirva de guía en mi itinerario
No hay senda definida, no hay vuelta atrás ni descanso
Todo es la peregrinación a través de uno mismo:
Camino, viaje y viajero son un mismo tránsito
[Escena segunda: Begoña Zamacona]
Quarciso pensó que ahuyentaría
El odio y el ruido que había en sí mismo
Transitando las sendas del abismo
Como caminos hacia la armonía
Pero al penetrar en la lejanía
Todo apareció como un espejismo
Cuanta mayor soledad y mutismo
Dentro, más alto el grito todavía
Recorrer el mundo como un mendigo
O huir del hombre como un animal
No fue una redención sino un castigo
Sin un renacimiento espiritual
De nada le sirve al Ser huir del mal
Él es el mal
Y arrastra el mal consigo
[VII. Sed de tu carne: Rafael Lechowski]
(A sus espaldas, la casa y el árbol; delante, un camino luminoso)
Me obstiné en olvidarte
Pero al alejarme de ti en el camino me hice más pequeño y tú cada vez más grande
Pero ya no tengo sed de tu carne:
Conforme mi interior se llenaba de luz iba palideciendo tu imagen
Las flores dejaron de exhalar tu aroma
El propio dolor ha dragado el recuerdo y el silencio ha dejado de hablarme
Ya no tengo sed de tu carne
Y no por ello te amo menos, ahora te amo más todavía, si cabe
Igual que lo amo a él, pues amo al mundo como una sola vida
Al universo como un enorme corazón palpitante
Ya no tengo sed de tu carne:
Del desamor salí con vida, pero, de este Amor nuevo, que nada me salve
[VIII. Renunciación: Rafael Lechowski]
Hoy amanecí llorando
Fue un llorar tan bello, claro, puro, calmo
Ahora entiendo que la lágrima pertenece a la alegría
Y que a la tristeza corresponde el llanto
Sólito a estar solito
Como el sol que vierte sobre mi escuálido cuerpo pálido su cálido hálito
Nuestra carne es agua y nuestro espíritu, sed
Y en mi sed de deseo, deseo con la sed del pez
Fluir sin rumbo:
No hay mayor conquistador que aquel que ha sido conquistado por el mundo
Toda vida es prestada
Comprender que se es nada en medio de todo a la vez que todo en medio de nada
El silencio es espejo y mi meditación, un cielo
Donde mis pensamientos cruzan como aves por el aire quieto
Siento que despego, que me elevo
Huyendo del apego del ego y del erebo del deseo ciego
Porque vivir errando de deseo en deseo
No fue sino intentar calmar el dolor con un dolor nuevo
La experiencia no es adquirir, es despojarse
Y ahora llueve, y llueve, y veo el agua mojarse
[IX. Vacío y verdad: Rafael Lechowski]
El intelecto es un instrumento demasiado complejo
Para comprender la sencillez de todo lo que es cierto
Sólo el desprendimiento espontáneo del pensamiento
Permite al ser, por momentos, latir al unísono con el universo
La mente es un pez sediento que busca fuera lo que está dentro
La conciencia es el combate de los opuestos
Quisiera traducir lo que siento
Pero las palabras forman un río de ruido cuando lo intento
Pero aquello que uno sabe sin saber, lo que no puede explicar
Puede ser su mayor descubrimiento
Y hoy comprendo para qué sirve el vacío interior:
Para hacerle espacio a la Verdad en su alumbramiento
[X. Caída del yo: Rafael Lechowski]
Llevaba mucho en recogimiento
Larguísima soledad sin apenas diálogo ni pensamiento
Una vida reducida a despertar para cerrar los ojos de nuevo
Hincar el cuerpo en la tierra y respirar silencio
Comer escaso, despacio, pasear hasta el cansancio
Impasible a la ansiedad del tiempo
Descender al pueblo a por alimentos
Sorber el sol del camino, volver por la senda del agradecimiento
Y de regreso espiar a través de las celosías
Con triste alegría, la fiesta en los jardines de las familias:
Triste por mi soledad, y feliz
Porque el universo es mi jardín y esas familias son también las mías
Pero un día desperté sordo a lo externo
Mis ojos sólo podían mirar hacia adentro
Y busqué dentro ¡Más adentro! Y hallé el centro:
El originario hilo que une al Ser con el universo
Entonces sentí un temblor
Como si cediesen los pretiles y pude asomarme más a mi interior
Dentro todo era abismo, voluta de oscuridad y precipicio
Y en la profundidad se oían gritos:
Chillidos de una lucha encarnizada en lo más hondo
Eran mis múltiples yoes devorándose unos a otros
Egos royendo a otros egos desfallecidos sobre el yermo
Los oía desgarrar y mascar deprisa hambrientos
Despedazando con avidez ojos, víscera y huesos
Mientras otros buscaban en los escombros posibles restos
Desierto de carroña y piel de avatares muertos
Entraña y costra, polvo y máscara de mis ancestros
Todo lo que fui y en verdad no era, palacio en el aire, ceguera
La mentira de mis opuestos
Y quedó un último Yo, arraigado y gigantesco;
Arrasado el pasto, comenzó a engullir sus propios miembros
Y no, no era un sueño
Pues abría fuerte los ojos y mareado veía borroso el paisaje externo
La casa, el árbol, el pozo, el huerto
Y dentro, pensamientos chocando contra pensamientos
De pronto, un cegador estruendo
Insoportable presión en mi mente, como si me arrancaran de mi propio cuerpo
Y se hizo el silencio finalmente
Mi conciencia un templo en ruinas y entonces debí de caer inconsciente
Al recobrar el sentido
Mi ser liviano quería abrazarlo todo con la inocencia del recién nacido
No sé explicar este sentimiento
Sólo sé que un ruiseñor que comenzó a cantar fuera cantó también dentro
[Escena tercera: Begoña Zamacona]
El vencedor es el que se ha vencido
Quien disipa la Ilusión y despierta
Tras él queda tendida una piel muerta:
Ruina de guerra del Yo renacido
Cuántos seres que aún no han comprendido
Que hay una dicha mayor no descubierta
Y buscan fuera con una fe incierta
Lo que en su interior se encuentra escondido
Quarciso comprendió lo que sucede:
Despojarse es la conquista más bella
Lo que posees no dejará huella
Lo que eres será lo que el mundo herede
Mientras que quien no avanza, retrocede
Y quien va hacia la Luz está ya en ella
[XI. La esencia: Rafael Lechowski]
(Quarciso, tumbado sobre la hierba, contempla el cielo)
El aire huele a luz nueva y silencio
Descansa manso sobre el pasto el rocío
Un ave cruza el amplio olimpo azul y limpio
Y siento en mí, dentro, un apacible vacío
No verlo todo idéntico es estar loco
Creerse único, estar desunido del Todo
Con antropocéntrica ilusión me arrastré inarmónico entre el vulgo
¡Ah, sí, yo, ser especial y único
Que hallaba dualidad donde en realidad todo es uno!
Sí, ¡por ello me sentía tan solo en el mundo!
Ahora -nada en medio de todo-
Percibo nuestro ser como una extensión del universo, y me fundo
El fin es conocerse:
Fluir, lograr latir en armonía con todo lo existente
Cuantos más rasgos distintos en sí mismo encuentre
Tanto más semejante se descubrirá a los demás seres
Pero la ignorancia de sí aisló al hombre por siempre
Incapaz de identificarse con lo que es sin lo que tiene
No logra ver lo que une sino lo que difiere:
Raza, credo, poder: ajeno a lo inmanente
¡Ciegas piedras angulares! Nada hay que haga a los hombres más semejantes
Que su creencia de que son singulares
Es lo superficial, lo insignificante lo que nos diferencia
Nos une lo esencial: la esencia
[XII. El tiempo no existe: Rafael Lechowski]
Entre otros motivos
Comencé a escribir este diario para ser consciente de en qué fecha vivo
Pero cuando no tengo nada importante que escribir, no escribo
Y así se ha escurrido mi noción del tiempo hasta perder sentido
Debe de ser noviembre, el viento ha vuelto a sus andadas
Espantando las hojas, que despavoridas huyen en bandadas
Pero ¿A dónde emigrarán con sus alas secas, mariposas del otoño
Para volver en verde vida renovadas?
En la desnuda bóveda arbórea gorjea una alondra
Ha caído la tarde tan pronto que hasta la luz se asombra
Pero el tiempo no es más que una apariencia redonda:
Bucle, rizo, onda, hélice de haz y de sombra
Dicen: El tiempo tiene alas, cada segundo es urgente
Una vida no es suficiente: hoy ya es ayer de mañana
Y aunque es cierto que parece que el tiempo nos persigue huyendo
Es porque el óxido está en nuestros ojos y no sobre el yerro
Todo no es más que un pobre invento de la mente
Una ilusión por vivir con pasado y futuro presentes
Como ahora, que evoco mi infancia en tu último adiós
Y es extraño, papá: ya eres más joven que yo
[XIII. La muerte no existe: Rafael Lechowski]
Ha cesado mi miedo:
Ahora que ya no tengo nada, por fin lo amo Todo
Aunque este Todo sean muchos todos
En realidad todos ellos son uno solo
La existencia es un único y mismo día
Con millones de albas y ocasos diferentes
He aceptado el dolor, el mal y la muerte
Como una condición de la armonía
El aire es vivo aliento
Y el cuerpo alberga en pequeñas partículas la memoria de todos los tiempos
Cuando respiro, aspiro el suspiro
De todos los seres que existen y han existido
Todo es semilla de todas las cosas:
En el puerto de mi cuerpo yerto atracarán larvas y despegarán mariposas
No hay nacimiento ni muerte, principio ni fin
Sólo materia inconsistente en perpetuo fluir