Ahí mismo,
en ese escenario se gestaron las armas biológicas
y la torre de Babel y otros motines.
Y qué gustito la arrogancia, qué gustito el desafio,
el privilegio de haber inventado el pecado,
era necesario,
era algo que había que inventar.
Moisés bajó con sus tablas
y trajo la ley, y dos minutos,
dos minutos tardaron ellos en traer
la trampa y el estraperlo,
en idear las maneras para esquivar la represalia
que caía con todo su peso
sobrе el atentado de la curiosidad.
Sólo Pandara hubiеra abierto esa caja
y ella era pandorisima,
y gustaba desatar Troyas e hipogrifos
y albergar batallas en su cuerpo,
y las cicatrices, le gustaban las cicatrices
porque siempre tuvo mala memoria.
Sólo Antígona se hubiera atrevido
a enterrar a ese muerto.
A su propia eutanasia.
Pero ella estaba en todos los entierros,
y todas las misas llevaban su nombre.
En todos los bombardeos estaba
y todas las bombas llevaban su nombre
y las palabras de su boca,
como octavillas desde el avión,
arengaban a los civiles a unirse a la rebeldía.
Allá donde ella, maniobra.
Nunca de can o, nunc paz,
siempre alerta, on un oj abierto,
el castigo divino no se puede esquivar,
sólo aplazarlo,
contar otra luna, como Sherezade,
apuntarse el tanto,
apuntarse, tal vez, otra cicatriz.
Mientras tanto:
bienvenidos Luciferes,
Magdalenas y bandidos comunes,
fundaremos el club de los perseguidos
infames,
celebraremos el triunfo de la comuna,
seremos el watchmen de los desertores.
Seremos la prueba de la mala cabeza,
de esta especie de dictadura anárquica,
de todos los delirios de grandeza del hombre
y esta suerte de condición vampírica.
Seremos el bufón y la vergüenza,
el 1 pasto del que se alimentan las vacas,
que alimentan al sirviente
del pariente del tío que escribe la historia.
Pero sólo así seremos libres.
Sólo así.
Seremos libres.