Es que es así,
muy aleatorio.
Que lo mismo un día me da
por hacer escombros
de los valles perdidos
y las plantas (nucleares).
Y al otro quiero primaveras
y engendro los pétalos
y riego los campos
con semillas
de cacao
y tempus fugit.
Y al otro, el diluvio
y las siete plagas,
y avalanchas en Alaska
y sequías en el cuerno
y al cuerno esta pretensión estúpida,
engreída, esta y todas las milongas
inventadas por el hombre
y sus secuaces.
Hasta dónde va a llegar tu vanidad,
hasta qué mítines.
Cuántos más supuestos y efigies
te quedan por sacralizar hasta el vómito.
Cuántos altares me harás derribarte
y cuántas más mentiras
autocomplacientes
irás predicando
mientras se despeñan todas
desde el monte Taigeto
y yo miro de lejos.
Tan de lejos que no veo nada
más que estos cambios
que apenas se sostienen
sobre el papel.
Los otros están ahí fuera
inventando cosas, teorías y tesis
que no sirven para nada
y yo miro de lejos.
Yo sólo miro de lejos
y, si acaso, me dejo caer
de cuando en cuando
algunas evidencias que tampoco
sirven para nada pero dicen:
la escritura es una labor
de pretenciosos redomados,
bibliotecas y lumbreras
¡Que a dónde van profetizando qué cegueras!
Qué visiones y arrebatos que se tercien.
La escritura no esculpe.
La escritura no tiene nada que hacer
contra el granito, el hormigón y el mármol.
La historia está hecha de granito, hormigón y mármol.
Y sangre.
La escritura no tiene nada que hacer
contra la sangre.
Aunque a veces lo parezca,
aunque a veces quiera parecer sangre
y regar las arterias,
y desahogar, desalojar las pérdidas
y quebrar,
quebrar el granito el hormigón y el mármol.
Papel gana a Piedra.
Ya nunca más cimientos,
ya nunca más murallas
que romper en mil pedazos.
Ya sólo yo para romperme en mil pedazos,
como si eso
sirviera para otra cosa
que no fuera tener que volver a nacer
de las cenizas.
Mañana.
Mañana ya se verá
en qué páramos,
que un día de Greenpeace y otro de la OTAN,
unas con Caín y otras con Abel,
que tú mucho de esto pero poco de lo otro,
y mírate,
siempre te acabas convirtiendo
en lo que una vez odiaste,
a eso se le llama progresar.
Todos
como pollo sin cabeza
ocupando sus púlpitos,
sentando sus cátedras
y blandiendo sus escudos
se empeñan en controlarlo.
Pero es todo muy aleatorio.
Demasiado aleatorio.
No sé,
esa es mi hipótesis.