[Soneto 2]
-¡Dorotea! - alcanzo a lanzar en un esténtor -¡dame
caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre
sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto
alguno. -¡te pedí caña no agua! – Rugió de nuevo -
¡dame caña!
- ¡pero es caña homero!- - protesto la mujer-
-¡no me diste agua! ¡Quiero caña!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la
damajuana, pero igual no sintió nada la garganta.
Miro a su pie y vio que todo estaba poniendo feo el
pie estaba ya con lustre gangrenoso. Los olores
fulgurantes se sucedían en continuos
relampagueos y llegaba ahora a la ingle. La atroz
sequedad de garganta que el aliento parecía
caldear, aumentaba más y más cuando pretendió
pararse, un fulmínate vomito lo mantuvo medio
minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendió hasta
la costa subió a su canoa. Sentándose en la popa y
comenzó a palear hasta el centro del amazonas, allí
la corriente de rio que en las enmendaciones del
igual amazonas recorría más de 10 millas, y
dentro de 5 horas llegaría donde el curandero a
pedir que salve su vida.
El hombre con sobria energía, pudo llegar hasta
medio rio; pero allí sus manos dormidas dejaron
caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vomito –
de sangre esta vez- dirigió su mirada al sol que se
escondía en el horizonte. – Era eso o estaba
cerrando sus ojos –.