J.s Homero
Primero de Julio
[Verso 1]
Bajo un boulevard estando a vísperas de solemnidad de un bardo cuencano.
Se encienden diecisiete velas en un manjar sorpresa.
Mis años no pasan bajo la lupa de la comarca.
Traspasan los veranos de extractos de risas monótonas.
Traspasan el fin de las jergas de los demonios con el alma blanca y oscuro el corazón.
Traspasan el respiro del aire puro de aquel ceñido que tuve con la Pachamama.
Traspasan las memorias de lo inolvidable que se trasluce entre mis pestañas.
Traspasan el juego infantil que desafiaba la madurez con bromas de inocencia.
Traspasan los sollozos de momma en su lecho de fraternidad.
Traspasan 16 años de memorias, recuerdos y vivencias.
Olvida los remotos segundos de vida que se han alejado de las manijas del reloj.
Retira el gozo de la inconsciencia ante el vil pensamiento.
Ella es quién incendió el rubí, mas no pudo darle color.
Ella era mala, blasfemaba entre besos un amor con privilegios.
Dime, ¿recuerdas cuándo comenzamos?
Presumías lo prohibido.
Presumías ser la musa de un maldito,
Presumías estar conmigo entre las luces del verano serrano.
Me presumías...
Solo me presumías...
No me amabas...
Rondando a altas horas de la noche a fines de un efímero junio.
Los faroles alumbraban las aceras de los pecantes.
Los colegas sin bastón ni sombrero me llevaron al vertedero.
Como cascadas de aluminio dorado caían los listones.
Como un horizonte de asteroides de Andrómeda decoraban los globos.
Como el estruendo de los cometas llovía el papel picado:
“Felicidades Maldito”.
Me abrazas cuando no tengo nada.
Mi mano se encuentra con tu mano.
Nuestro amor no es plástico.
¿Por qué me asustas?
“Felicidades amor”.
Fiesta sorpresa como el mareo de los cometas.
No tengo las manos puestas en mi reloj.
Solo siento el fraterno abrazo del regocijo.
Jack Daniels en el cáliz de la conmemoración.
Mis colegas se exhortan en el sahumerio.
El clip clop del beso de las copas.
Otro año más de vida.
Ella se desaparece entre la niebla de la sativa.
Llamadas en medio de la aurora me distraen.
Todos me llaman a recodarme que me sigo muriendo.
Que cada vez estoy mas cerca de la muerte.
Ella desaparece.
Entre los estragos intento encontrarla.
Buscos bajo los recovecos a oscuras.
Se oyen el canto a escondidas mientras deslumbra la torta sobre la mesita de ébano.
Un bello canto de amistades ajenas al olvido.
Intento adentrarme entre el tumulto de los globos.
El helio hace que se convierta en una selva de viento.
Como rayo hacia mi intriga.
Unos pitidos suenan.
Mientras las copas se alzaban en son de honor.
Una última mirada hacia las velas y la torta.
Apreciaba su incandescencia.
Y caigo hasta el fondo del pasillo en donde se oyen los pitidos.
Un apacible ambiente se apreciaba y una calma quieta me detiene tras la puerta.
Siento una amargura oscura en pocos segundos.
Una voz murmura:
“El éxtasis del pecado por placer”.
Y mi atención nuevamente sujeta el lumbral de los pitidos.
Me adentro en las sombras de esa melodía.
Diviso una cabellera, iluminada tanto como la luna llena.
Esperando que se me brinde una bienvenida amena.
Me encuentro con mi musa entregando la pulpa a un bastardo.
El alcohol distorsionaba el sonido del gemido con el de un pitido.
Admiro en silencio, escucho como se parte mi corazón.
De aquella increíble pero rara hermosura que dijo alguna vez amarme.
La vi enredada en púas fermentadas por el veneno de Jack sumado a un marfil molido.
Fallecí...
Fallecí aquel día que se me recordaba que nací.
Mientras las velas de la mesita de ébano se apagaban solas.