Federico García Lorca
Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla
A Margarita Xirgu
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna,
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.
El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.
-Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.
trans.
Antonio Torres Heredia,
son and grandson of Camborios,
a willow wand in his hand,
went to Seville to see the bulls.
Dark-skinned as the green moon,
slowly he strolls but with grace,
his blue-polished tresses
shinning between his eyes.
He cuts some round lemons
and in the middle of the road
throws them in the water
until it turns to gold.
And in the middle of the road,
beneath the branches of elm,
the Civil Guard goose step by,
and bear him off, arm in arm.
Slowly the day goes by,
the evening hangs upon one shoulder
of a matador’s cape, sweeping
over the sea and the small rivers.
The olive trees are awaiting
the night of Capricorn,
and over the leaden mountains
a sharp breeze leaps like a stallion.
Antonio Torres Heredia,
son and grandson of Camborios,
a willow wand lost from his hand,
between five tri-corner hats.
Antonio, what sort of man are you?
If you call yourself Camborio’s boy,
you should have made out of them
five fountains spurting their own blood.
You are not a real Camborio,
you are no one’s son.
There are no more gypsies left,
no one walks the mountain alone!
Their old knives lay rusting,
Shivering, under dirt and rock.
At nine o’clock that night
they brought him to the jail,
while the Civil Guards
drank lemonade.
At nine o’clock that night
they shut him up in jail
while they night sky shone
like a rump of a new foal